martes, 1 de mayo de 2012

Bob Dylan: El rey de las mil caras


 
El rey volvió a Buenos Aires, volvió después de un tiempo pero demostró que el pasó del tiempo no hace efecto en él. Que no importan los años, la gente, el lugar ni la hora; el indescifrable Bob Dylan permanece intacto. 

Esta vez eligió un lugar más chico, más íntimo, para que su obra sea bien apreciada y sólo por unos pocos privilegiados. En clave blussera arrancó esta aventura por las turbulentas aguas de Dylan. Una aventura vertiginosa comandada por el poeta más grande de la historia rock que decidió encender el barco con un clásico del maravilloso Blonde on Blonde:Leopard-Skin Pillbox Hat

Bob parado detrás del teclado dirigía a su banda como un capitán a su tripulación, como un director a su orquesta. Subidas, bajadas, cambios de ritmo… todo ante la atenta mirada del Sr. Zimmerman. 

Casi sin tomarse un respiro, y ya con la guitarra colgada, le pegó It Aint Me, Babe de Bring It All Back Home. Sus movimientos, sus gestos, su mirada y su pose formaban a este nuevo personaje digno de un Oscar que hoy habita en el cuerpo y la mente de Dylan. Es un ser más tranquilo y misterioso. Tímido como niño que recién sale al mundo exterior, pero demuestra que demuestra un talento innato. Moviliza sólo con el sonido de su música, no necesita de su larga experiencia arriba de los escenarios, transmite una paz que inunda cualquier teatro y alma del mundo. 

La versión con cuatro guitarras de Tryin’ To Get To Heaven sorprendió a más de uno y sirvió para que su banda pudiese demostrar su calidad musical: ajustada, compacta y perfecta. La mejor opción para salir de gira y arrasar los teatros de todo el mundo. 

Una cruda y poderosa versión The Ballad of a Thin Man marcó el inicio de un final que iba a venir a puro clásico. La desgarradora -como un puñal que atraviesa directo un corazón- Love Sick sonó pegada a Highway 61 Revisted; y una enérgica Thunder On The Mountain sirvió para que la gente se levantara de sus asientos. 

Está claro que si en este mundo existe una persona capaz de versionar a Bob Dylan es, nada más y nada menos, que él mismo. No hay dudas, lo hace todo el tiempo y cada vez mejor. No se queda en lo clásico, va más allá. Las desarma y las vuelve a armar. Encuentra la vuelta de tuerca que todavía –sí, todavía- no se les dio a sus clásicos. Y gracias a ese espíritu infinito y a sus mil caras, logra impresionantes y apasionantes versiones de Like a Rolling Stone All Along The Watchover. Demostrando que su apetito todavía sigue  voraz, y mientras continúe con una guitarra como compañera seguirá construyendo las mil y una versiones de Bob Dylan.

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